UN SUEÑO EN NAVIDAD

domingo, 26 de diciembre de 2010

Un sueño mágico en vísperas de navidad


Mientras veía a familias enteras felices por la época, yo me sentía completamente sola, en esa vieja ciudad que me vio nacer y que también me quitó a mi única familia. No tenía absolutamente a nadie con quien festejarla, así que, sinceramente, me daba igual la fecha que fuera. Me molestaba la idea de ver a la gente reunida en familia, o quizás era un poco de envidia. Ninguno de mis amigos me había invitado a pasar la navidad en su casa, aun sabiendo mi situación. ¿De qué servía tener una casa tan grande, si me la pasaría completamente sola? Me recosté a dormir en lo que escuchaba risas, cantos y brindis. La idea de tanta felicidad me enloquecía, parecía que la navidad había dejado de gustarme. Y es que yo tenía bien claro que era época para compartirla entre la gente que más te ama.
Al poco rato, decidí volar por la ciudad sin llamar la atención, era una de las hadas que tenía la obligación de conservar la dicha de la navidad. Llegué a una casa donde las veladoras estaban prendidas. Era una noche tan helada, el vino y la comida se podían oler a kilómetros de distancia. Una familia sentada a la mesa dispuesta a cenar en estas fechas navideñas, aquel árbol con luces tan coloridas y esas grandes esferas llamaban mi atención. Me encontraba mirando por la ventana, buscando la manera de entrar. Recorrí la casa de aquella familia. Era increíble cómo en una ciudad tan pequeña podía existir esa gran unión. Un invitado acababa de llegar, sonó el timbre y volé lo más rápido para poder entrar junto a él, luego me escondí en el inmenso árbol. La gente cantaba aquellos villancicos. Yo no sabía qué hacer, estaba realmente emocionada. La gente fue a dormir, pero yo seguí volando por todos lados, mirando cada uno de los adornos. Vi un libro gigante que parecía ser un cuento, con mucho cuidado lo abrí, pero era pesado y al abrirlo escuche una pequeña risita. ¿Quién anda ahí?, enseguida pregunté. Pude observar a una niña pequeña que me observaba. Buscaba mis polvos mágicos para hacerla olvidar, pero ella me tomó entre sus manos y me dijo que ya sabía de mi existencia desde hacía unos años.

Las hadas como yo no podíamos tener mucho contacto con humanos, debido a que estos podrían exponernos y así acabar con nuestra labor de cuidar la naturaleza y llevar la ilusión y la fe a las casas en esta época tan increíble. Saqué una pequeña bolsa, introduje mi mano en aquel pequeño saco, tomé unos pocos de polvos y la pequeña enseguida durmió. Tomé un pequeño recuerdo del árbol y me fui volando. La pequeña despertó enseguida por el bello sueño que había tenido.

Yo había comprendido que la navidad era una época de alegrar a los demás, de hacerles saber qué tan importantes son ellos en tu vida, de hacer propósitos para volverte un nuevo ser humano. Como aquel chico que aprendió a apreciar las cosas cuando se fue de casa, como esta pequeña que mientras soñaba, comprendió que los sueños se hacen realidad si los pides con el corazón. Yo aprendí que mi magia es más fuerte cuando pienso en la felicidad de los demás. Mi misión en esta ciudad había concluido, dos casos en los que dejé enseñanzas. Ahora me toca ir a tu casa a enseñarte lo que la navidad encierra, ese estado de la mente, donde se aprende a valorar la paz y la generosidad de las personas, donde incluso los peores enojos pueden solucionarse con una sonrisa... tan sólo hay que dejarse llevar por la magia de la navidad.

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