LA DICHA DE LA NAVIDAD

domingo, 26 de diciembre de 2010

La dicha de la navidad

Yo caminaba por aquella ciudad llena de luces de colores, me sentía fascinada al ver todas las casas con llamativos adornos, pero ¿qué había pasado? Sólo habían pasado un par de años desde que me fui de mi pequeña ciudad. Parecía que una brisa de paz había causado esta transformación, porque mis recuerdos eran de un lugar muy distinto al que ahora pueden mis ojos observar, las casas en esta época se veían oscuras sin alegría y las personas no tenían ganas de celebrar nada, puesto que la situación no estaba para gastar, ni demostrar ese espíritu festivo y navideño. Seguí mi camino, seguramente tú conozcas a una persona que no le guste la navidad, mi paso fue cada vez más veloz, me intrigaba la idea de ver si aquel señor gruñón había adornado. Estaba completamente seguro que no. ¡Vaya sorpresa! Era la casa más hermosa que había visto en las calles que llevaba caminadas, me parecía realmente extraño. ¿Qué pasó mientras me fui? Caminé hasta casa y ahí estaban mis padres esperando en la puerta. Corrí a abrazarlos con lágrimas en los ojos, se veían tan felices de que estuviera de vuelta y yo me sentía tan dichoso de poder estrecharlos entre mis brazos. Entramos a la casa, lucía como antes, sólo que ahora tenía esa luz característica de la época. Nos dispusimos a cenar, la comida de mi madre seguía igual de rica, como recordaba, mi padre con aquellas anécdotas tan sabias que contaba, la familia toda reunida y feliz. Miren que no recordaba ninguna otra cena de navidad como esta. Comencé a indagar sobre el porqué del cambio en la ciudad. Las historias de la familia me hicieron  comprender de cuánto tiempo había perdido, lejos de darme cuenta que siempre fue así, sólo que posiblemente tenía una venda en los ojos que hacía que no pudiera ver lo maravilloso que era seguir esta festividad y unirse con la familia. Había una pila enorme de regalos, nos sentamos en la sala para abrir cada uno de ellos. Era impresionante cuánto extrañaba esto y es que, después de estar tanto tiempo solo, comienzas a apreciar cada momento que pasas en familia, sobre todo cuando la navidad es sólo un pequeño pretexto para unir. En ese momento, una voz me dijo: “es momento de bajar del avión, ha llegado a su destino”. ¡Vaya! Al mirar aquella esfera con tan bello paisaje y esos dos señores en ella, me hicieron recordar la verdadera importancia de la navidad, pasarla en familia. Así que, hice todo por llegar lo antes posible  a casa. Tomé el primer taxi que me llevara a mi destino. Llegué en tan sólo 15 minutos, y miren que el camino era largo. Abracé a aquellas personas que me dieron la vida, como si los hubiera perdido hace mil años. Vi la ciudad como siempre, con sus adornos clásicos y mi querido vecino estilo “grinch”, que esa noche aprendió a ver la navidad desde nuestra familia. Al llegar el momento de dormir, pude comprender que había sido la mejor navidad de mi vida, con mi familia, conviviendo y disfrutando de la época, no de lo que la sociedad ha convertido en un simple comercio. Me di cuenta que la navidad es más que regalos. Miré aquella bufanda hecha con tanto cariño y aprecié cada una de mis navidades desde ese instante.

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