Fuego del infierno

lunes, 9 de julio de 2012


Fuego del infierno

Era un calor inagotable, la gente no dejaba de asomarse por las ventanas tratando de librarse de ese sudor que los desesperaba, parecía el mismo infierno, las llamas quemaban las plantas de los pies de los comerciantes, con abanicos en la  mano trataban de cesar ese  fuego que los corroía por dentro.

Las sombrillas no servían de nada, porque los rayos solares traspasaban y quemaban sus espaldas, aquellos ilusos que trataban de parar el calor con un simple ventilador, se cansaban en el intento, gente deshidratada  tirada sobre las camas, todos cuchicheando buscando una solución, para controlar la tempestad del clima.

Pedro caminaba de un lado a otro, - vieja no puedo creer que cerraran la fábrica, es increíble pero pues la gente con este infierno no piensa en comprar cobertores, ni sabanas ni nada, es mas creo quisieran andar completamente desnudos.

Con cada ocurrencia de su marido, Trinidad hacia una cara de aburrimiento, y contestaba con un simple si verdad. Doña Encarnación sufría lo doble, con el cuerpo tan grande que se cargaba, poco a poco la gente se cansaba de la situación, tapaban ventanas para que el sol no las alcanzara, ventiladores gigantes, compraban cajas y cajas de Bonice para alivianar las penas.

Pero aun así Don Carmelo se quejaba en la plaza del pueblo a pleno grito – Dios no nos castigues con las llamas del infierno, somos pecadores pero déjanos vivir sin estas llamas que me matan lentamente y ya no las soporto.
Nadie escuchaba las palabras de Don Carmelo creían que el sol ya le estaba causando daños severos, sus nietos corrieron a meterlo a la casa, pero él no quería  callarse, sus gritos se escuchaban en todo San Ramón, los comerciantes estaban enfadados sus frutas y vegetales estaban echándose a perder y las ventas eran nulas.

Gente peleando por un pedazo de sombra, las cajas de bonice estaban agotándose, los niños estaban dormidos pues no tenían ganas ni fuerzas para correr como era su costumbre, era un verdadero infierno, nadie podía detener el calor que los achicharraba, los borrachos llevaban 1 semana sin tomar, pues sentían que el alcohol les quemaba la garganta.

Envolturas de bonice caían en las calles, el sol era imparable, pero Don Carmelo volvió a salir corriendo a la calle, pidiendo de rodillas a Dios que los iluminara, pidiéndole que parara con la desesperación, de pronto se dejo caer una tormenta sobre todos, las lagrimas de Don Carmelo se mezclaban con las gotas de lluvia, el pueblo agradecía al cielo, pues sus pecados habían sido perdonados.







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