Las hojas secas
comenzaban a caer, yo me dedicaba a recolectarlas, me gustaba recostarme sobre
ellas y pensarte… si desgraciadamente aun te amaba, no sabía ni porque pero el
destino nunca rinde explicaciones a nadie, así que supuse que algo bueno tendría
que nacer de este amor pasajero.
Amor pasajero, pero
que tonterías estoy diciendo, dudo que esto sea algo de eso, si fuera así ya se
me hubiera pasado como en otras ocasiones, que puedo hacer si no dejo de
pensarlo, si en cuanto escucho que alguien dice su nombre yo volteo, como
reflejo para ver si lo veo, esto no es un amor de esos que se olvidan con un
abrir y cerrar de ojos.
Las hojas marcaban
una triste historia, un triste atardecer donde la gloria de la princesa se veía
oscurecer, donde los sueños parecían marchitarse, donde la luna se mostraba fría, distanciada de sus pesares, donde no existía otro
motivo que no fuera él.
Hojas tristes y secas
con las cuales escribí mi nombre en aquella libreta, que todos querían leer,
algunos porque les gustaba lo que hacía, otros por curiosidad, critica o morbo,
pero lo que yo veía realmente importante era que un desamor, me estaba haciendo
escribir como ningún otro.
Me tire sobre las
hojas secas y dormí la siesta.
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